Marius Petipa (Marsella, 1818 – Gurzuf (Crimea), 1910), fue un coreógrafo, maestro de ballet y bailarín afincado en la Rusia imperial y que sentó las bases del ballet clásico moderno. Aunque de origen francés llego a ser reconocido como “el padre del ballet ruso” y su influencia ha llegado hasta nuestros días. 

Su padre, Jean-Antoine Petipa, también fue un bailarín, coreógrafo y maestro de ballet que residía en Bruselas y de quien, tanto Marius como su hermano mayor Lucien -que llegó a ser primer bailarín del Ballet de la Ópera de París durante el auge del Romanticismo-, recibieron su formación inicial.

Orígenes como bailarín de Marius Petipa

Marius pronto destacó como bailarín, debutando en la Dansomanie (1831) con la compañía del Théâtre Royal de la Monnaie de Bruselas. Completó su formación en Burdeos y en 1838 fue nombrado bailarín principal en el Teatro de Nantes donde realizó sus primeras coreografías. En 1839, Marius y su padre Jean, realizaron una gira por Estados Unidos y, a su regreso, se instaló en Paris en 1840, ampliando estudios con el prestigioso maestro de ballet Auguste Vestris.

En 1843 estuvo en Burdeos en el Gran Teatro, apareciendo como principal bailarín en muchos ballets incluyendo Giselle, La Fille mal Gardée and La Peri.

Influencia de España en Marius Petipa

En 1844 fue a España donde fue primer bailarín del Teatro del Circo de Madrid. Su paso por España influyó en sus coreografías ya que, una vez en Rusia, no solo incluyó danzas españolas dentro de sus ballets clásicos, sino que fueron ballets completos que creó con tema y bailes españoles, entre ellos Paquita (1847), La estrella de Granada (1855) o su famoso Don Quijote (1869).

En 1847 llegó a San Petersburgo, que en aquel entonces era una ciudad de acogida para maestros e intérpretes de danza franceses, italianos y daneses que sentaron las bases de lo que se consideró la edad de oro del ballet ruso. Petipa pasó los primeros años en esta ciudad trabajando en el Ballet Imperial como asistente del respectado coreógrafo romántico Jules Perrot que le ayudó a ampliar su formación y a quien sustituyó como maestro de baile en 1858. Permaneció en el Mariinsky hasta 1907, retirándose a la edad de 89 años.

Marius Petipa 1898 Photo by Wikimedia

Primeros éxitos como coreógrafo

Su primer gran éxito le llegó en 1862 con su coreografía La hija del faraón basada en una novela de Théophile Gautier que le catapultó a la fama.

En 1869 se hizo cargo de la Compañía Mariinsky, año en que también se estrenó su Don Quijote en el Teatro Bolshoi de Moscú, obra que no tuvo una buena acogida inicial, aunque a la larga se convertiría en uno de sus títulos icónicos.

Petipa concibió sus ballets como grandes espectáculos, siendo los grandes teatros rusos lugares idóneos para albergar el cuerpo de baile y dejar a los solistas ejecutar los pasos más difíciles de la técnica académica. Con La Bayadera (1877) consiguió el éxito: la escena del Reino de las Sombras (inserta en la tradición del ballet blanco) está considerada una gloria coreográfica mundial. 

Ballets Maestros de Petipa-Tchaikovsky

En 1881, Ivan Vsevolozhsky fue nombrado director del Teatro Imperial y con su patrocinio se crearon las principales obras maestras de Petipa propiciando el encuentro y posterior colaboración entre Petipa y Tchaikovsky. Fruto de esta colaboración surgieron los ballets La bella durmiente (1890), le siguieron El cascanueces (1892) y El Lago de los cisnes (1895), estas dos últimas creadas con Lev Ivanov. Aunque estos tres ballets no tuvieron éxito inmediato, han sido considerados por muchos críticos los mejores ballets de todos los tiempos, mostrando el ballet clásico en su mejor momento. 

En 1921 Les Ballets Russes de Diaghilev representaron en Londres el último Acto de La bella durmiente -rebautizado como Las bodas de Aurora– y el público occidental cayó rendido ante la coreografía de Petipa y la  música de Tchaikovsky; la riqueza de pasos, el virtuosismo de sus pas de deux y la dramática musicalidad de sus solos -interpretados por los bailarines rusos de forma impecable- recordaron al mundo lo que significaron para la historia de la danza esos años de esplendor del ballet de la Rusia imperial.

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El Legado de Petipa

Durante sus 63 años en Rusia, Petipa creó 46 ballets completos y numerosas piezas breves, y a partir de 1934 la pedagoga rusa Agripina Vaganova desarrolló en la prestigiosa Escuela que hoy lleva su nombre un método de enseñanza destinado a preservar la forma de bailar adecuada para ejecutar con éxito todo ese repertorio que hoy está presente en todo el mundo. Gracias a las aportaciones de Vaganova, los ballets de Petipa cambiaron para siempre no sólo la forma de coreografía, sino también cómo se ejecutaría la técnica clásica académica a partir de entonces.

Obras y versiones principales de Petipa

  • La Hija del Faraon, 1862
  • La Bella del Líbano, 1863
  • Florida, 1866
  • Fausto, 1867
  • Rey Candaule, 1868
  • Don Quijote, 1869
  • La Camargo, 1872
  • Le Papillon, 1874
  • Los Bandidos, 1875
  • La Bayadera, 1877
  • La Hija de las Nieves, 1879
  • Paquita, 1881
  • Noche y Día, 1883
  • Las Píldoras Mágicas, 1886
  • Esmeralda, 1886
  • El Talisman, 1889
  • La Bella Durmiente, 1890
  • Kalkabrino, 1891
  • El Cascanueces, 1892
  • El Despertar de Flora, 1894
  • El Lago de los Cisnes, 1895
  • Halte de Cavalerie, 1896
  • La Perla, 1896
  • Les Aventures de Pélée, 1897
  • Raymonda, 1898
  • Les Saisons, 1900
  • Les Millions d’Arlequin (Arlequinade), 1900
  • Ruses d’Amour, 1900
  • El Espejo Mágico (su último ballet), 1903

Entre las versiones más destacadas de Petipa tenemos la de Giselle (1884), del propio Perrot, o la de El Corsario (1899) de Mazillier que son las que han llegado hasta nosotros.

Características y estilo

Aunque por sus orígenes Petipa era un gran conocedor de la Escuela Académica de ballet francesa la decadencia que ésta estaba sufriendo con un academicismo forzado y un lujo decadente, hizo que fijara sus ojos en otros países. Y aunque la escuela italiana estaba derivando en un acrobatismo excesivo, Petipa se quedó con el virtuosismo clásico de la danza italiana y de esta combinación podemos decir que surgió el ballet académico propio de la escuela rusa, con todos los movimientos coordinados, siendo un tipo de danza totalmente codificada y preceptuada, juntando la elasticidad, potenciación y precisión en sus bailarines.

Pero además Petipa, fruto de su insaciable curiosidad, estudió y trabajó en danzas populares de otros países. Como ya hemos dicho, estuvo en España y obras como Don Quijote o Paquita son buena muestra. Igualmente incorporó danzas de origen italiano, sobre todo napolitano como las tarantelas, danzas de origen magiar provenientes de la etnia gitana como las czardas, o de origen polaco como las mazurkas.

Con ello Petipa consiguió incrementar los ritmos y los tempos en sus obras imprimiendo así una variación en sus estructuras formales y dándoles un mayor vigor y fuerza.

Juntando pues su conocimiento del ballet clásico de la Escuela Académica, con su profunda y variada formación musical, es como Petipa consiguió ser el gran innovador de la danza moderna, aprovechando al máximo su forma de utilizar la escena, las combinaciones de paso o estructura de grupo y potenciando al máximo a sus solistas que, en sus solos podían aún dentro de la técnica académica, ejecutar sus diagonales, círculos, saltos y vueltas más difíciles con libertad, permitiendo así su mayor lucimiento.